Hay enfermedades silenciosas, invisibles, sin diagnosticar, convives con ellas y no te percatas de eso hasta que como en tropel la muerte con su guadaña toca a tu puerta, pero hay otras que te castigan, con furia, con evidencia, todos los médicos coinciden en el diagnóstico, coinciden en la medicina, sin embargo nada sucede, esa muerte es lenta, con odiosa parsimonia te va arrebatando todo poco a poco, inexorablemente llega el día, luego serán los lamentos, pero no hicimos lo necesario para evitar el trágico desenlace.
“Basta con destruir una casa para que el barrio pierda sus tradiciones, su manera de vivir en común, sus secretos” (Jean Cayrol)

Esta enfermedad que aqueja nuestra comunidad, se llama desidia, desinterés y es alimentada por la ignorancia más rampante, que cuál cáncer hace metástasis y deviene en nuestra muerte como pueblo, sin orgullo, sin historia, sin amor por lo nuestro, ¿muchos dirán y a que viene tan larga analogía? Pues al deseo tal vez cándido de ilustrar de esta forma las dolencias de las cuales los paiteños sufrimos.
Somos una población, un pueblo, una comunidad que históricamente somos más longevos que la propia Lima, aquí recalaron los conquistadores, los virreyes, los personajes de este singular puerto llamado Paita, será difícil de entender por los que no son de esta tierra, sino que aquellos de otras latitudes que en busca de mejores horizontes recalaron en nuestras costas, pero como sigilosos ladrones nos arrebataron lo mejor de ella, nuestra identidad.
¿Conoces su estado actual?
¿Conoces el edificio de la Aduana? ¿Conoces su estado calamitoso? Como en una novela de Gabo, Crónica de una muerte anunciada, sabes que algún día se derrumbará, pero le sucede como a Santiago Nassar todos sabían que lo iban a matar, todos menos él.
Muchos han hablado, muchos han prometido, muchos se han erigido en los próceres de la reconstrucción de Paita, todo es falso, sus palabras se las llevo el viento, no hay empeño, no hay honor, no hay orgullo, sin esto, nunca habrá interés genuino.
Eso pasa cuando la politiquería barata y los intereses espurios están por encima del beneficio común, José Figueres Ferrer, un presidente costarricense quien fundo la cuarta república después de la revolución del 48 acuñó una frase que pintó fotográficamente su calidad de estadista y visionario. “Para que tractores sin violines”…. ¿Que querría decir con esta frase? Pues que simplemente para que desarrollo sin cultura, si lo aplicamos a nuestra realidad diríamos, ¡para que tanto cemento y varilla sin cultura y educación!
¡Esto es un pequeño artículo escrito allá por el 2017, desde entonces nada ha cambiado!