El culto a la personalidad es una práctica que no solo se da entre las personas ligadas al ejecutivo, práctica incrustada en el mediocre desempeño de los políticos peruanos por décadas de décadas, quizás desde los inicios republicanos, también se genera en cualquier espacio donde hay sumisión congénita al poder.
Hemos visto claros ejemplos de esto en las universidades como la trujillana, César Vallejo, el absolutismo del ex rector de la Universidad Garcilaso de la Vega, lo vemos a tiro de piedra en el accionar de varios alcaldes, y ahora en el de algunos diputados que se esmeran, se esfuerzan por crear esa figura idílica de la eficiencia sin méritos, como si exclusivamente su nombre estuviera inherente las luces y marquesinas de una fama mal habida. Y esto no es exclusivo de género alguno.
El culto a la personalidad tiene sus orígenes históricos a principios del siglo XIX, sin embargo, se muestra en toda su miseria con el ascenso al poder de Stalin y la frase específica de “Culto a la Personalidad” fue acuñada por Nikita Krushev para evidenciar las atrocidades y excesos que se cometieron en nombre del fenecido jerarca ruso Josef Stalin.
No nos llamemos a equivocación, no es exclusivo de gobiernos tiránicos y dictatoriales, los llamados dizque democráticos también utilizan estos métodos, quizás de manera burda y nada fina, pero lo hacen, no es siquiera una promoción de sus logros, sino un restregar en las narices de la población que equivocadamente creen que con solamente desplegar su nombre será evidencia de su buen desempeño, lo cual es una falacia muy vista en estos días.
El culto a la personalidad en su versión 2.0 le podríamos llamar “autobombo” los métodos en boga se realizan a través de las redes sociales lo cual es lo más expedito, sencillo, sin límites y lo peor sin un poco de decoro y mesura. ¡El éxtasis del narcisismo!
Estos términos a los cuales debemos prestar atención, nos dan una idea clara de la calidad y visión del tipo de política que ejercen esa clase tan venida a menos como son los políticos, está práctica aparece cuando un gobernante utiliza los medios de comunicación a su alcance para hacer propaganda política; sobre todo para crear una imagen pública idílica y para que estos mismos medios lo llenen de elogios, adulaciones y conviertan sus acciones en algo heroico, único e irrepetible.
Así que ya saben nunca ni en la vida pública ni en la personal hagamos eso de tirarnos flores o reventarnos cuetes, dice mucho de nuestra personalidad y es un insulto a la inteligencia del ciudadano.
Floridos saludos “autobombistas“