Ha pasado mucha agua bajo el puente; me detengo por un instante frente al teclado evocando mi primer contacto con la cultura local. Si bien es cierto, llegué por primera vez a Costa Rica en agosto de 1976; pero no es sino hasta el año siguiente que puse mis pies en el siempre fresco, limpio y ordenado San Ramón de Alajuela.
Faenaba en unos atuneros locales de unos armadores peruanos, quienes habían traído desde Perú un par de embarcaciones de pequeño tonelaje. Si mal no recuerdo, unas 250 Tm a lo máximo. En el año de 1977 nuestra base de operaciones era el cálido puerto de Puntarenas, nuestra actividad social, por lo consiguiente, se desarrollaba a las orillas del Pacifico. Los compañeros de pesca eran aficionados al equipo local y representativo de la provincia, en el campeonato costarricense, que era el Municipal Puntarenas, y entre tripulantes, oficiales y personal de tierra, organizaron un viaje a San Ramón para disfrutar de un encuentro entre el citado equipo porteño y el representante del cantón ramonense, que era nada menos que la Asociación Deportiva Ramonense. Con el entusiasmo que despertaba conocer otra localidad, y en ese entonces apoyando al conjunto puntarenense, iniciamos el viaje a la cabecera de uno de los cantones más desarrollados de la zona de occidente.
No recuerdo el resultado del cotejo; pero nunca voy a olvidar la melé que se armó en medio de la cancha por una decisión arbitral controvertida. Un personaje que siempre acudía con la barra porteña era un muchacho del barrio del Cocal, conocido como “Sapo Chingo”, quien, sumamente molesto, ante lo que él consideraba un error garrafal en contra del Municipal Puntarenas, se saltó la valla de protección que rodeaba la cancha del estadio Vargas Roldán, con obvias intenciones de agredir al árbitro del encuentro, hecho que derivó en una batalla campal y donde se mezclaron espectadores de ambos bandos. La cosa se puso tan peliaguda que tuvieron que venir refuerzos policiales de Palmares -el cantón más cercano-, desde unos 6 km., para controlar la situación.
Mientras observaba lo tumultuoso y riesgoso de la confrontación en la cancha, nos retiramos preguntándonos si eso era lo normal en los partidos de futbol; y sorprendidos y tomando nota de lo anecdótico del evento, regresamos a Puntarenas.
Esa fue mi primera experiencia con lo que sería mi hogar por muchos años por delante, pero que en ese momento ni siquiera imaginaba que iría a recalar en este hermoso lugar donde nacieron mis hijos y mis nietos, lugar del cual comentaré, de manera somera, uno de los reglones en el cual destaca: La cultura.
… y que manos cariñosas
me lleven a la huesa muchas rosas
cortadas con amor.
Uno de los primeros poetas costarricenses que leí fue Julián Marchena, en su obra poética recogidas en su único libro “Alas en Fuga”. Asimismo, a Jorge Debravo, desaparecido prematuramente a los 29 años, y uno de los poetas costarricenses más prolíficos. Debo poner en consideración que ni soy crítico literario ni un dechado en las artes literarias afines, simplemente, las traigo a colación para poner en contexto el porqué del buen nombre que se ha ganado el cantón, como la ciudad de los poetas, nombre que distingue a los ramonenses por su disposición y los numerosos artistas de la poesía nacidos en la comunidad.
Vuelo Supremo
Quiero vivir la vida aventurera
de los errantes pájaros marinos;
no tener, para ir a otra ribera,
la prosaica visión de los caminos.
Poder volar cuando la tarde muera
entre fugaces lampos ambarinos
y oponer a los raudos torbellinos
el ala fuerte y la mirada fiera.
Huir de todo lo que sea humano;
embriagarme de azul… Ser soberano
de dos inmensidades: mar y cielo,
y cuando sienta el corazón cansado
morir sobre un peñón abandonado
con las alas abiertas para el vuelo. (Julián Marchena)
Nocturno Sin Patria
Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria.
Ni un cuchillo ni un rifle para nadie:
La tierra es para todos,
Como el aire.
Me gustaría tener manos enormes,
Violentas y salvajes,
Para arrancar fronteras una a una
Y dejar de frontera solo el aire.
Que nadie tenga tierra
Como tiene traje:
Que todos tengan tierra
Como tienen el aire.
Cogería las guerras de la punta
Y no dejaría una en el paisaje
Y abriría la tierra para todos
Como si fuera el aire.
Que el aire no es de nadie, nadie, nadie,
Y todos tienen su parcela de aire. (Jorge Debravo)
De estos numerosos poetas, como Carlomagno Araya, Rafael Estrada Carvajal, Félix Ángel Salas Sala, Lisímaco Chavarría, etc., es justamente de este último el que más hondo ha calado en el alma colectiva ramonense.
La identidad y gran parte de la tradición ramonense gira en torno a la poesía y, en relación con esto, Lisímaco Chavarría Palma es uno de los máximos exponentes de las letras ramonenses y nacionales.
Cada 27 de agosto, la comunidad vive nuevamente una de sus más conocidas tradiciones, la de visitar el Cementerio Municipal para llevar rosas a la tumba del poeta, tal como él lo solicitó en su poema “Anhelos Hondos”.
Anhelos Hondos
Allá en el camposanto
que esmaltan las auroras de amaranto
y las tardes de sándalo y carmín,
allá donde la hiedra
abraza con amor la cruz de piedra
anhelo ahora descansar al fin.
Allá donde los vientos juguetones
columpian los rosales en botones
y lloran al pasar,
allá donde los lúgubres cipreses
me esperan hace meses
anhelo descansar.
En mi pueblo que doble la campana
bajo el oro del sol de la mañana
por este su nativo trovador;
en mi pueblo… y que manos cariñosas
me lleven a la huesa muchas rosas
cortadas con amor.
Mi cuerpo que se torne en pasionarias,
y que adornen las tumbas silenciarias
en las tardes de lumbre tropical:
es el único anhelo que hoy me inspira
y que siga la cruz siendo la lira
del alma mía que será inmortal. (Lisímaco Chavarría)
Esta actividad es promovida siempre desde instituciones culturales y educativas, como parte de una reafirmación de identidad cultural, y en estos actos participan, de manera activa, estudiantes de diversas escuelas de todo el cantón.
Debemos entender que, la identidad, es una construcción permanente desde la infancia, y en ese andamiaje cultural sobre el que trabajan las instituciones, ciudadanos y artistas, vamos fortaleciendo nuestro sentido de pertenencia y de orgullo por lo nuestro. Despojémonos de cualquier rezago de chauvinismo retrógrado y desintegrador, al contrario, seamos permeables a experiencias positivas allende a nuestras fronteras.
Aprendamos de otras vivencias sin renunciar a crecer en nuestra propia y única identidad.