Altamar fuera de la línea
No se precisar con exactitud el año pero creo que fue en 1985, en el barco “Falcon” de Fosapatun, una empresa venezolana de propietarios ítalo venezolanos, un viaje que parecía no muy promisorio, la pesca en palos y cerca de la costa no daba resultados así que el capitán decidió ir a pescar a los “porpos fuera de la línea” al oeste de la longitud 100 0este o más quizás, de repente lo imprevisto, un tripulante presentó fuertes dolores abdominales recuerdo haberlo visto retorciéndose de dolor en uno de los asientos largos del comedor, era claro que no estaba en su cabina y pasó todos esos día en ese lugar, lo podía observar por el rectángulo de cristal que existe en las puertas de acceso a la cocina que forma parte del área del comedor también, el navegador se le acercaba como preguntándole por su estado e imagino que suministrándole algún medicamento.

Llevábamos aproximadamente un mes en alta mar y si bien la pesca era escasa, “rascábamos” de 15 o 20 toneladas cada lance íbamos sumando y ya teníamos media carga unas 350 toneladas métricas de atún aleta amarilla, el capitán tuvo que tomar una decisión, nadie podía dar un diagnóstico exacto, eso podría haber sido una apendicitis y haber derivado en una peritonitis fatal, así que dejamos el área de pesca y navegamos casi 4 días y sus noches sin parar, finalmente arribamos a Panamá al puerto de Balboa donde nos esperaba una lancha de piloto, procedimos a desembarcar al “enfermo” y continuamos hacía la zona de esclusas para cruzar el Canal rumbo al Caribe, atravesamos de noche y al cabo de unos 3 días de navegación estábamos operando fuera de Aruba, realizamos un lance, había mucha ventisca pero logramos capturar apenas unas 15 toneladas, era odioso faenar con el viento, convierte la red en una vela y tiene al tripulante a su merced, como una marioneta, como las palmas de un cocotero en medio de un huracán, de un lado a otro, la paciencia experiencia y resiliencia del pescador tiene que aflorar para afrontar esas condiciones, el mal tiempo y sobre todo el viento es mal compañero del pescador de atún. Al terminar el lance subimos la panga y empezamos a navegar acercándonos a la costa venezolana, había buenos reportes de capturas de otro de los barcos de la empresa, del “Intrépido” y algunos cañeros locales, mañana amaneceríamos en el área de pesca, se avizoraba un día mejor sin duda.

El capitán mantenía comunicación permanente con la agencia en Panamá dando seguimiento al estado de salud del tripulante desembarcado en Balboa, le pide al agente que averigüe el estado de salud del tripulante, que si este se hubiera recuperado que lo enviara vía aérea para embarcarlo y que retome su puesto en Punto Fijo, este puerto en el estado de Falcón está alrededor de 260 millas náuticas de Caracas , sin embargo recibió una noticia bastante decepcionante, el tripulante en cuestión no estaba enfermo y se había ido de juerga a los bares en calle J en Panamá, cuando el agente le comunica al tripulante de la solicitud del capitán este manifiesta que no va a viajar y que no se va a embarcar de vuelta, el capitán se dio cuenta por primera vez que la supuesta niña de sus ojos lo había traicionado y habíamos dejado una buena zona de pesca en vano para que al final este le pagara de esa manera. A lo hecho pecho, el viaje de pesca simplemente debía continuar.
Quisiera recordar con exactitud las fechas o los meses de ese viaje, pero la memoria no ayuda con esa precisión, en el área de pesca se encontraban dos atuneros más, el “Intrépido” y el “Calipso” y al menos un cañero el cual se encargaba de atraer y mantener cerca las manchas de barrilete que se encontraban por la zona, el clima y por consiguiente el mar de manera sorprendente se mostró extremadamente calmado y apacible, casi una calma chicha y sin vientos, es conocido que en ese sector del caribe venezolano, hay mucho viento, elemento que los pescadores detestan.
Una vez posicionados en la zona, la competencia a la hora de calar era entre los barcos de la misma empresa, cabe mencionar que con una buena dosis de suerte y otra de empeño logramos cargar el barco, completar la carga de más o menos 750 TM en tan solo 5 días, un premio a la perseverancia y una respuesta a la maledicencia de algunos. Al completar la carga nos dedicamos a limpiar el barco y preparar la maniobra para su descarga, Punto Fijo nos esperaba, al llegar a puerto después de más de un día de navegación yo ya tenía previsto viajar a Maracaibo y luego Caracas para llegar como destino final Costa Rica, tocaba tomar un descanso después de un arduo viaje.
Sin barco
Al cabo de unos días una llamada del capitán me alertó.
– Ya no vamos más al Falcon! Manifestó al otro lado del auricular. Le hicieron corralito y le quitaron el barco a pesar de haber logrado una carga completa y salvaguardar la vida de un tripulante, asunto que pareciera fue el detonante si la información que llegó a los armadores era de que el susodicho enfermo no lo fue tal y se dedicó a beber, poniendo en peligro la operación de la embarcación bajo la óptica del empresario.
Una muestra clara de que la lealtad no se muestra contándole chistes al capitán, ni prestarse al papel de bufón, sino con responsabilidad y honestidad tanto en su trabajo como en su accionar, creo que algunas actitudes ajenas fueron moldeando mi carácter tanto en el ámbito de la pesca como en el personal, hay cosas que te marcan y la lealtad o la falta de esta es una de ellas.
Transcurrieron algunos años sin salir a la mar, realicé algunos trabajos en tierra, en el ambiente plácido y calmado de un pueblo enclavado en medio del Valle central de Costa Rica, un lugar apacible, tranquilo, de profundas tradiciones y muy ordenado, donde el saludo amable y caluroso era la regla y no la excepción.
Pero la cabra siempre tira para el monte.